Hace una semana publiqué una encuesta en Facebook preguntando: «¿De qué prefieres que escriba en mi blog?: Opción 1: Límites en la infancia // Opción 2: Desarrollo del apego.»

¿Adivinas cuál ganó? En solo dos horas los límites se habían «comido» al apego. Da que pensar, ¿no? El resultado final fue 61% para límites, 39% votaron por el desarrollo del apego. Es un tema del que me cuesta escribir, he tenido dificultades de comprensión durante mi propia maternidad y he oscilado entre un estilo y el contrario hasta comprender en qué consisten los límites y cómo funcionan (no sólo en relación a mis hijos, también en mi propia vida).

En la relación con el niño las inquietudes que sobresaltan la mente de adulto suelen tomar forma de miedos y preocupaciones derivados de nuestro sistema educativo. Hemos sido educados en la obediencia, el control y el orden. Y desde ese punto de partida funcionamos como microsistemas que replican el patron adquirido.

Inicialmente las familias que acuden a las escuelas de padres que facilito transmiten dudas relacionadas con el «hasta donde permitir», donde empieza y acaba el respeto y qué pasará si permitimos determinadas conductas en el niño cuando crezca y sea mayor…

Cuando aparecen estas dudas siempre recuerdo el que fue mi libro de cabecera en la adolescencia robado de la biblioteca de mi madre «Miedo a la libertad» de Erich Fromm. Sólo leer el título estimulaba profundas reflexiones en ese poderoso momento en el que una cree que sabe todo de la vida.

¿Cuál es la relación entre el límite y la infancia? Desde el punto de vista del niño, ninguna. La infancia es un momento vital «sin límite», donde las emociones se exprimen hasta la última gota, el juego nunca termina y las sensaciones corporales son infinitas. ¿No crees?

Por otro lado, en nuestra sociedad el niño recibe límites, normas y limitaciones desde el momento del nacimiento (inducciones, cesáreas, maniobras en muchas ocasiones innecesarias), lactancia pautada (el famoso reloj, «las tomas cada tres horas»), cuándo separarse de la madre (los permisos por maternidad son hasta las 16 semanas), la imposición de dormir solo (métodos de adiestramiento para que el niño «aprenda a dormir»)… Todos ellos alejados de su necesidad auténtica y su desarrollo saludable.

Entonces, ¿es que no debemos limitar? ¿El niño debe hacer lo que le de la gana? ¿No son importantes los límites? Esto es lo que generalmente acude a la mente cuando relajamos un poco el discurso en relación a los famosos y deseados límites…

En primer lugar personal y profesionalmente necesité diferenciar límites de normas. Comprendo que el límite es el que envuelve, protege y favorece el desarrollo del niño, sin embargo la norma es la que nos ayuda adaptarnos al medio en el que vivimos (la sociedad).

El límite por lo tanto debería ir dirigido hacia la SEGURIDAD y las normas hacia la CONVIVENCIA. Sin embargo, a nivel educativo nos han confundido por juegos de poder pre-establecidos, haciéndonos creer que lo que ambos depende de la autoridad y que se deben cumplir por orden de un ser superior, nunca en nuestro propio interés. Así es muy difícil establecer una relación tranquila y enriquecedora con el mundo normativo.

Es increíble observar a los niñ@s en autorregulación. Cómo comprenden y respetan los límites cuando están bien contextualizados y ellos se desenvuelven en un ambiente preparado en coherencia con su necesidad auténtica. Igual ocurre con respecto a las normas. Es una de las cosas que más nos cuentan los niños que se va a primaria, «en el cole no se respetan las normas, con lo fácil que es».

En el momento de establecer un límite en La Caracola nos preguntamos; ¿Esto que quiero limitar; es un peligro para su salud o para su integridad? ¿es algo que prefiero que no haga o algo que no se puede hacer porque dañaría su seguridad física o psicológica? ¿Puedo evitar que lo haga sin tener que hablar (a través de barreras físicas o eliminando el peligro del ambiente)? ¿Puedo trasladar el límite con amor y firmeza a partes iguales para no generar sensación de culpa o efecto rebote?

Una vez comprendido e interiorizado esto, preparamos el ambiente para no necesitar negarle al niño constantemente a través del abusado «no». Antes de los 3 añitos, explicar que algo es peligroso y no puede o debe hacerlo es como poner puertas al campo.

En cuanto a las normas, podemos establecerlas en la familia, en la escuela o en grupos de juego a través de la imposición (un estilo educativo autoritario), algo que no aconsejo por generar en el niño culpa, miedo y baja autoestima. Vivir sin normas en un espacio social o dejar que «se apañen entre ellos» es bastante complejo y responde a un estilo educativo más permisivo o anárquico. Tampoco lo aconsejo, puede generar exactamente lo mismo que en el estilo anterior.

Es el estilo democrático el que ayuda al niño a comprender la realidad social y aceptarla, con la posibilidad de negociación y sintiendo que de verdad tienen un sentido en su vida y no reprimen o constriñen su necesidad. Claro, no podemos negociar con niños que aún no han aprendido a hablar, ya que no es su momento evolutivo para hacerlo. En La Caracola es más que visible el momento óptimo, pues buscan la manera de dialogar y proponer nuevas formas, aceptando con satisfacción aquellas que velan por sus intereses.

No quiero extenderme mucho más, porque este tema da para escribir varios libros. Pero voy a dejarte el que personalmente me ayudó a mirar el límite como un aliado en el desarrollo y no como un enemigo: Libertad y Límites. Amor y Respeto. (Rebeca Wild).

«Hay dos regalos que debemos ofrecerles a los niños: uno es raíces y el otro es alas».

Si quieres conversar más sobre este tema, o hay algo que te preocupa en relación a ello, escríbeme a maria@lacaracolainspira.com y te cuento cómo te puedo ayudar.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies